De Paisa a Soldado II

“Bonita Sobremesa”

Me he vestido de verde. Hay mil trucos y un soldado más antiguo me ha ayudado a aprenderlos... de a poco. Tomamos una bandeja y un servicio y vamos al rancho. Formados y recibiendo siempre un “Izquier, dos, tres cuatro, izquier, dos, tres, cuatro.” Que marca primero el paso de la izquierda y después la secuencia.

Vamos tomando el paso de a poco. Pero alguien lo pierde, a veces soy yo mismo. La respuesta de la autoridad es violenta, con las bandejas de aluminio arrastrándonos por el suelo. Arremangada la blusa, las piedras se incrustan en mis codos. Nos ponemos de pie una y otra vez. Volvemos a perder el paso. Tengo mucha hambre y mucha sed. Son casi las 1 y no he comido nada.

Se hace una fila e ingresamos bajo el sol inclemente de enero a una especie de casino, la comida es rarísima: una sopa, unos porotos café obscuros y cebolla, un pan y un poco de jugo en un tacho que nos han entregado.

Almorzamos muy rápido, algunos no alcanzan a terminar y otros no quieren comer lo que les dieron. Un soldado rubio que es muy alto, es obligado a comer por un superior, no lo dejan en paz, parece que existe una fijación con él. Yo ya he comido y no me atrevo a hablar.

Nos formamos lo más rápido que podemos. En el orden que veníamos... las bandejas están sucias con comida igual que los servicios. Hacen pasar de a 2 a enjuagarlas en unas artesas plásticas. Me ha tocado pasar. Siento el agua y tomo conciencia de cuanta sed tengo. Se ve asquerosa y enjuago mi servicio y mi bandeja. Un tirón me informa que debo volver a la fila y que el tiempo para hacerlo es escaso.

El camino hacia “la cuadra” es tormentoso, volvemos la mitad del tiempo marchando y la otra punta y codo. No sé bien cual es el objetivo de esto, estábamos aprendiendo a marchar con las bandejas en la mano y ahora arrastrarnos llenos de la comida que queda en la bandeja del que va adelante. Bonita sobremesa.